lunes, 29 de abril de 2013

¿Una educación desde todos para todos?


“Pero una Constitución verdaderamente libre, en la que todas las clases de la sociedad gocen de los mismos derechos, no puede subsistir si la ignorancia de una parte de los ciudadanos no les permite conocer su naturaleza y límites; les obliga a pronunciarse sobre lo que no conocen, a escoger cuando no pueden juzgar.” (Condorcet 1743-1794)


Esta declaración la dio Jean-Antoine-Nicolas de Caritat – el Marqués de Condorcet  en el siglo XVIII, cuando la Revolución Francesa empezaba a dar sus frutos en educación. Condorcet entonces propuso la más completa y moderna teoría que debería dar lugar a la escuela pública. En su plan de educación no proponía educar a los niños para ser obedientes ciudadanos, sino para ser seres humanos completos, con capacidad de comprender el mundo en que vivían, conocer sus limitaciones, analizarlo críticamente y contribuir para que fuera un poco mejor y la gente más libre.


Condorcet veía más importante el desarrollo del proceso de pensar y la capacidad de propia reflexión, que la entrega al niño y al joven de un modo ya elaborado de pensar tradicional. En su plan, la única función del Estado era la de tutela y fomento de la educación, lo demás estaría en manos de la sociedad. Esto le  quitaba a la iglesia el poder sobre la educación, que según Condorcet debería ser laica.

Más de uno se preguntará qué pasó con tan buenos propósitos. Pues lo que pasó fue lo que más de dos siglos después sigue pasando: nuestra resistencia en cambiar. Digo nuestra porque pienso que si quisiéramos realmente, ya tendríamos una educación algo distinta de la que tenemos hoy. No digo que la que está se deba tirar a la basura, todo lo contrario, tiene sus cosas buenas, las que podemos aprovechar para cogerlas por ahí y granito a granito contribuir a la mejora de la educación. ¿Y por qué lo digo? Porque bellas y seductoras propuestas educativas existen muchas (como es el Plan de educación propuesto por Condorcet). A lo mejor lo que hace falta no es una gran propuesta de lo macro hacia lo micro. Quizás hacer el camino al revés, y empezar desde lo micro, es decir, lo poco que podemos hacer cada uno por una educación mejor, podremos llegar a una gran construcción colectiva y a una educación de individuos más preocupados por el bien de la humanidad.

He traído hoy a Condorcet porque participó de alguna forma de lo que sería el origen de la educación pública, a pesar de que su Plan no llegó a concretarse por los que se oponían (¿como hoy?) a la innovación educativa, por los que temían un pueblo ilustrado y crítico, por los que, como Lepelletier (el principal opononente de Condorcet), defienden que el pueblo solo debe tener la educación imprescindible para no generar problemas.

¿Esto nos suena de algo?

Sin embargo, una educación desde todos para todos es posible aun sin grandes cambios en la legislación. Se puede acordar entre todos de un grupo una forma de tener las clases, de generar más participación y, ¿por qué no decirlo?, de priorizar, entre todos, temas más importantes  y en los que deternese más, quitar algo o añadir, salir del aula de vez en cuando, reflexionar sobre la utilidad de lo que se está estudiando... ¿Estaremos realmente tan pillados por el temario o el currículo como para seguir perpetuando estos patrones educativos?, ¿tendrán razón los antiguos chinos de que las cosas no cambian porque nosotros, en el fondo, no queremos que cambien?




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